Una dulce mirada, un extraño que conozco desde siempre.
Lo miro, sonrío, elevo un pensamiento y me duele el corazón. Trato de caminar más rápido e ir al ritmo de mi corazón, pero el escapa, escapa entre un silencio y un murmullo. Los días buenos se esfuman, miro mis cielos, mi corazón permanece lejano.
Acostado al pie de un árbol que le hace sombra, lo miro, pero el me ignora, como quien reclamándome por todo. Lo acaricio, me quita la mano, le digo algunas palabras:
“te entiendo”
Y se lanza sobre mí, entre lágrimas, lo acaricio en mi pecho y no le digo nada. Ya no necesita palabras, solo un abrazo…
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